Tenemos aprobado ya el proyecto de reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña, y el PP y las islas mediáticas cercanas han salido en tromba disparando con todo, a ver quien dice la parida más grande. Uno puede estar de acuerdo o no con la reformita de marras, pero la cantidad de estupideces usadas para criticarla merecen un análisis un poco detallado.
Por orden. Primero, Acebes y su exigencia que o se tramita como reforma de la Constitución, o el gobierno debe disolver el parlamento. Primero, la disolución del parlamento sólo la puede pedir el presidente del gobierno, no un diputado cualquiera de la oposición, y la verdad, no creo que el gobierno esté por la labor. Segundo, si quiere vulnerar la Constitución tramitando una reforma estatutaria (una ley orgánica, más o menos) como si fuera otra cosa, adelante. Hay un proceso de reforma de los estatutos, y todo lo que ha hecho el tripartito se ajusta al pie de la letra a ese mecanismo. El texto le gustará o no, pero pedir derecho a veto para el PP en la materia es no acordarse que, ¡noticia!, perdieron las elecciones.
No sólo desde el PP se ha rebuznado, Simancas se ha apuntado a la fiesta también. El tío ha llamado al texto “separatista” y se ha quedado tan ancho. Con la cantidad de referencias a la Constitución Española que tiene el proyecto, uno se pregunta dónde está la separación, pero bueno. Lo de “quiebra la cohesión territorial y la igualdad” es, para variar, una tontería; en el título VI (financiación) hay una exageración de mecanismos de solidaridad, peloteo y paso de dinero al estado. Lo mismo con lo de negar que el estado pase leyes básicas o recaude tributos; ni uno ni lo otro están en la reforma, en ninguna parte.
El inefable Mayor Oreja se lleva el sugus a la estupidez del día en la clase política, sin embargo, cuando dice que el Estatuto es “un gran triunfo político de ETA“. Usando esa lógica tan del PP de asociación con el mal, para este señor ETA es mala, ETA habla con Carod, Carod se hace malo, Carod toca el Estatuto, este se pudre y se quema, malificándose por el influjo de ETA. Maravilloso, entonce yo puedo decir que todo el PP es nazi, invocando a la ley de Godwin (Hitler toca a Franco, Franco toca a Fraga, Fraga toca al PP) y acabando el debate racional para siempre.
A todo esto, todos los histéricos del término nación que duerman un rato. Primero, porque la palabreja no tiene ningún significado jurídico, en ninguna parte, y por tanto no tiene más efecto que el sentimental. Segundo, que se pasen por la RAE y miren las tres acepciones. Si “Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común.” les parece aterrador, es que la verdad se asustan demasiado fácil, e ignoran el bonito hecho que para algunos (como a un servidor) el catalán es nuestra segunda lengua, siendo el catalán la materna.
En el planeta columnista, las tonterías también vuelan alto. Cristina Losada va con el mantra de la demolición del estado a todas partes, diciendo eso tan clásico de “inaudito en Europa” que tan bonito queda. Primero, de inaudito, nada. Reformas radicales del modelo territorial las ha habido en Bélgica (que paso de centralismo a federalismo radical), Italia (y las que les faltan), Francia (descentralizando van también) y el Reino Unido (aunque claro, esos se debían rendir al IRA, supongo), mínimo, y ni se han hundido países, ni hay pánico en las calles, ni catástrofe, desmembración y crisis. Lo curioso es que todos esos países estaban inventando algo que no existía en su constitución (con la excepción de Italia, aunque han ido más lejos), mientras que aquí lo único que se hace es reformar siguiendo las reglas del juego al pie de la letra.
A todo esto, para los que dicen que la reforma es casi una constitución: los Estatutos lo son, y de hecho están casi tan blindados como esta. Aunque en el congreso se aprueban como leyes orgánicas, están por encima de estas. Son mucho más difíciles de reformar, y de hecho el procedimiento de reforma está detallado en el propio texto, no en otro documento. Además, sólo deben ser acordes con la Constitución; si una ley orgánica contradice un estatuto, el texto autonómico tiene preferencia (así se deriva de las sentencias del constitucional y el capítulo VIII de la Constitución). Son textos muy importantes, y por eso requieren votación tanto en Madrid como en la comunidad. No hay reforma unilateral que valga, por ninguna de las partes.
Porque, evidentemente, falta el paso más importante, que es la aprobación en el Congreso, y el gobierno ya deja bastante claro que lo van a rebajar. Eso gustará en Cataluña o no, según se vea, y así se votará en referendum. Sí, ese el tercer y último paso de la reforma. Si el PSOE rebaja demasiado el texto, no se aprobará. Entonces la gente del PP ya se puede olvidar de comerse un rosco en Cataluña, o que un partido no- nacionalista vuelva a estar remotamente cerca de la Generalitat. Y si creen que ERC tiene muchos votos ahora, que se preparen.
Se puede estar de acuerdo o no con los catalanes, pero la cuestión es que este texto tiene un 90% de apoyo en el parlamento, y que todos los partidos (menos el PP) fueron a las urnas prometiendo que que votarían que sí a una reforma. Es una democracia, y el electorado votó por el estatuto. Sea bueno o malo, sería conveniente respetar la legitimidad de los votos de los catalanes.
Por cierto, la reforma no me gusta demasiado en bastantes puntos, pero de esto hablaré más tarde.
2 comentarios:
Bravo, egocrata.
el poder emana del pueblo y esta representado en el parlamento.
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