martes, febrero 27, 2007

El mito de las deslocalizaciones (I): Europa y Estados Unidos

Uno de los grandes demonios del discurso populista económico estos días es el de las deslocalizaciones. Comentaristas tanto de izquierdas como de derechas hablan de las auténticas maldades que el traslado de empresas de un país a otro provocan en todas partes del mundo. Hace un par de días, sin ir más lejos, Jesús Antonio Borja en Socialdemocracia.org dedicaba un largo, detallado artículo a hablar del mal y sus remedios, en un artículo cargado de buenas intenciones y desgraciadamente lleno de argumentos falaces.

Siguiendo mi costumbre, me parece que es conveniente hablar sobre la materia con un poco más de propiedad, y centrándonos primero en describir qué sucede realmente antes de dar recetas políticas potencialmente erroneas. Es cuestión de hablar, en primer lugar, de los efectos de las deslocalizaciones en los países europeos; en otro artículo me centraré en las consecuencias de los cambios en los países en desarrollo.

El problema principal del artículo, como el de muchos otros, empieza por un análisis erroneo de los datos. Para empezar, el porcentaje del PIB que un país desarrollado dedica al comercio exterior es engañosa; es tanto o más importante saber con quien comercia que el volumen de intercambio.

La balanza comercial de los países de la OCDE tiene un aspecto parecido al de los Estados Unidos: la mayor parte de las importaciones proceden de países ricos, un 25-30% proceden de economías en desarrollo, y alrededor de un 10-15% depaíses productores de petroleo. En el caso europeo, se importa más petróleo y se comercia más con los vecinos de la unión, pero el aspecto general es similar. El resultado es que si bien el comercio exterior tiene un efecto en la economía, los analisis hechos sin demasiado detalle tienden a sobrevalorar el efecto que el comercio con China u otros países en desarrollo tienen sobre los países occidentales.

Sobrevaloración de resultados aparte, es necesario considerar si realmente el hecho que una fábrica se traslade a un país en desarrollo tiene consecuencias negativas en agregado para la economía de un país rico. Si bien la primera impresión, derivada de la pérdida de puestos de trabajo y despidos llevaría a pensar que una deslocalización es una pérdida, centrar el análisis en ese aspecto deja de lado muchos elementos importantes.

Para empezar, los costes de oportunidad. Una fábrica que produce un determinado bien genera unos beneficios netos, en forma de dividendos y salarios, pero también oculta unos costes de oportunidad que deben ser tenidos en cuenta. Supongamos, por ejemplo, que una empresa está produciendo abrigos de piel de oso en una ciudad como Cádiz. Los propietarios tienen diez millones de euros en capital invertido, y utilizan el dinero para enviar expediciones de cazadores de osos por todo el mundo, traer las pieles, y darles a los tejedores que tienen contratados para que creen maravillosas obras de peletería, que son exportadas a todo el mundo desde la ciudad de la plata.

No hace falta ser demasiado brillante para ver que la inversión tiene ciertos problemas. Para empezar, estamos gastando una cantidad enorme de capital buscando osos, recursos que me temo no abunda demasiado por Cádiz. Una vez tenemos las pieles, el hecho que no haya demasiadas personas con capacidad para hacer abrigos implica que nuestra mano de obra no será demasiado eficiente, y tendremos una producción escasa y de mala calidad. Si a eso añadimos el hecho que todos los potenciales mercados están lejos de la ciudad, cosa que añade costes de transporte, vemos que estamos gastando una cantidad ingente de dinero en una empresa que quizás genera beneficios, pero que pierde mucho el tiempo en tonterías.

Parece evidente que esos diez millones de euros gastados en salarios, maquinaria y cazadores no son un gasto especialmente eficiente; de hecho, es bastante probable que ese dinero estaría muchísimo más empleado haciendo algo que se ajuste más a la situación de la ciudad. Los trabajadores de la fábrica de abrigos serían sin duda más felizmente productivos haciendo otras cosas más acordes con sus habilidades, y la economía regional probablemente generaría más riqueza si el dinero estuviera en una empresa que realmente generara beneficios.

Cuando una empresa cierra para irse a otra parte, el escenario que tenemos es una versión menos exagerada de la fábrica de abrigos. Los inversores se han dado cuenta que su dinero puede generar mejores retornos haciendo lo mismo en otra parte, y actuan en consecuencia. Eso puede parecer una pérdida para la ciudad que pierde la empresa, pero es algo más cercano a una oportunidad: nos libramos de lo que estamos haciendo mal, y podemos mover recursos a aquellos sectores en los que se puede generar más riqueza. Mientras tanto, podremos comprar abrigos de piel de oso a mejor precio en otra parte, la verdad.

Entramos en ese viejo y sutil concepto de la economía, la ventaja comparativa. Un país no debe tratar de proteger lo que tiene, sino especializarse en aquello en lo que es más eficiente. En el caso europeo, es absurdo tratar de combinar industrias intensivas en mano de obra como el textil con unos costes laborales (derivados de la productividad agregada por trabajador de la economía, no lo olvidemos) comparativamente altos. La misma riqueza europea, sin embargo, hace que sea mucho más adecuado utilizar su ventaja comparativa en industrias intensivas en capital para dedicarse a alta tecnología o servicios financieros. Una misma persona trabajando haciendo abrigos generará mucha menos riqueza que fabricando trenes de alta velocidad; es natural que la economía tienda a moverse hacia el segundo sector y abandone el primero.

Es por este motivo que tratar de combatir las deslocalizaciones a golpe de imponer obligaciones de protección laboral a terceros países es una mala idea. Para empezar, estas regulaciones no hacen más que anular la única ventaja que un país en desarrollo tiene en el comercio internacional, mano de obra barata y abundante. No tienen trabajadores cualificados ni capital para invertir en bienes de equipo, así que si se ven inundados por costes adicionales a su mano de obra no serán capaces de producir nada de forma razonable; sencillamente, no habrá país que acepte estas reglas.

De igual modo, tratar de castigar a las empresas que deslocalizan su producción es una receta para el desastre. En cierto sentido, es una apuesta por la producción continuada de abrigos de osos donde no debemos; lo que haríamos sería lastrar la economía con una serie de inversiones malgastadas en sectores que hace tiempo que dejaron de ser útiles. Por añadido, estas medidas harían que la inversión disminuyera, ya que la imposición de limitaciones al uso del capital las haría más arriesgadas. Bajo la amenaza de políticos que no me dejan hacer todo el dinero que puedo, me voy con el dinero a otra parte.

Es evidente también que subvencionar las empresas en problemas sería caer en el mismo error. No estaríamos subvencionando a los trabajadores, si no a los empresarios; los beneficios serían mantenidos de forma artificialmente alta con dinero público, sin que tengan incentivo alguno para mejorar el chiringuito. Si se acaban, se largan, así de sencillo.

La armonización fiscal tiene problemas parecidos. Hay economías que no tienen ventajas inmediatas, ya que están lastradas con una fiscalidad alta en lugares donde la actividad económica no lo es. Los impuestos que en Cataluña no son obstaculo para la economía, ya que la base industrial es sólida, si lo son en lugares como Cádiz, donde no hay demasiado dónde recaudar. Unos impuestos más bajos en Andalucia harían las inversiones más atractivas, y podrían generar con tiempo economías de red creadoras de círculos virtuosos.

Curiosamente, la mejor reacción ante las deslocalizaciones es de hecho una receta vieja y conocida por la izquierda desde hace tiempo, aunque no parece que se asocien ambos conceptos a menudo. Hablo del estado de bienestar. Como comentaba no hace demasiado, los países más abiertos a la globalización (los que más comercian, y más deslocalizaciones sufren) son de hecho los que tienen un estado de bienestar más desarrollado. Se protege a los trabajadores, no a los puestos de trabajo, y se deja que la economía vaya desplazando su actividad ella solita a aquellos sectores dónde lo hace mejor. Nokia o Ikea no necesitan subvenciones o imponer protecciones a terceros para generar riqueza.

Es hora de dejarse de miedos y catastrofismos, tratar de modelar el mundo a martillazos y centrarse en los efectos superficiales de la globalización, y tratar de abrazar el cambio.

lunes, febrero 26, 2007

Estados Unidos es diferente

Lo que define a un país es muchas veces lo que le distingue del resto. En Estados Unidos, estas diferencias se ven claramente en las noticias y en televisión, donde uno no deja de ver noticias y anuncios que no vería jamas en España. En muchas ocasiones, la verdad es que no tienen motivos para estar orgullosos.

Empezaré por una historia ayer en las noticias locales. Una familia de Connecticut había organizado una colecta, con rifa, venta de pasteles y todo el sarao clásico, para recaudar dinero. El objetivo, poder pagarle a su hija varias operaciones para repararle la cadera y una pierna, gravemente dañadas por un accidente de tráfico, y que su seguro médico no iba a cubrir. Los pobres padres tenían una renta demasiado alta para poder usar el programa público de sanidad para menores, pero no podían pagar ni de broma la cirujía y rehabilitación de la cría sin hipotecarse hasta las cejas. Nada, un sistema justo, equitativo y eficiente de sanidad privada en el país más poderoso de la tierra.

Si fuera un caso aislado uno hablaría de mala suerte, pero no es la única historia deprimente estos días. Stop & Shop, una cadena de supermercados que cubre varios estados de Nueva Inglaterra, se enfrenta a una posible huelga estos días. El problema, de nuevo, la sanidad. Resulta que la empresa quiere cambiar los términos del seguro médico que da a sus trabajadores; primero requiriendo haber trabajado durante dos años en vez de los doce meses actuales para poder tener cobertura, y segundo forzando a los trabajadores a que paguen directamente una parte de las cuotas, en vez de tener que pagar un porcentaje del coste cada vez que van al médico.

Estamos hablando de un contrato que afecta a 43.000 trabajadores, en la única empresa del sector que ofrece cobertura médica. Con muchos de estos empleados cobrando menos de 10 dólares la hora, estamos hablando de gente que puede perder un 20% o más de sus ingresos si quiere seguir teniendo algún seguro médico. Y si hablamos de los pobres nuevos empleados, hablamos dos años teniendo que buscarse la vida con planes individuales, siempre más caros que los contratados por empresas al tener una menor dispersión del riesgo.

Stop & Shop, evidentemente, dice que no puede competir si sus costes laborales son mayores que el de otros supermercados que no ofrecen seguro médico. Es cierto, pero no creo que un sistema que premie a las compañías que tratan mal a sus trabajadores sea demasiado eficiente.

Lo realmente triste es cómo a veces parece que los americanos asumen el sistema como algo inevitable. La publicidad es de hecho un muy buen ejemplo, con un anuncio de Wallgreens dando un ejemplo realmente aterrador. En él vemos un actor vestido de farmacéutico (bata blanca, rodeado de medicamentos) explicando la historia de una amable viejecita en apuros. Resulta que el seguro de la mujer (bajo Medicare, semipúblico) sólo cubre gastos en medicamentos hasta cierto nivel, no más allá, y la pobre mujer no puede pagarse lo que le ha recetado el médico. El buen farmacéutico, todo orgulloso, habla de todo el tiempo que ha dedicado a hablar con el médico y la aseguradora, tratando de utilizar genéricos, y consiguiendo que la factura fuese lo más baja posible para que la pobre mujer no sufriera y tuviera sus medicinas.

No es por nada, pero ese farmaceútico amable es una criatura de ficción. No hay demasiadas almas caritativas con tiempo para ayudar a todas las viejecitas maltratadas por el sistema, y no hay encargados de Walgreens dispuestos a permitir que sus empleados pierdan el tiempo tratando de conseguir que sus clientes gasten menos dinero. Por algo las estadísticas de salud pública comparadas dicen de forma unánime que no sólo los americanos viven menos años que la mayoría de países de la OCDE (aún siendo el país más rico), sino que además su calidad de vida es peor. Sí, hay gente que tiene que decidir entre medicinas y poner la calefacción en el país más poderoso de la tierra.

De todos modos, lo más irritante no es que la sanidad sea cara, injusta e ineficiente; lo patético es que los americanos no tengan la más mínima idea que el resto del mundo hace las cosas de otra manera. Uno no verá estas cifras ni de broma ni en la televisión ni mencionadas por un político (todos con un miedo atroz a las aseguradoras), así que los Estados Unidos seguirán tirando a la basura cantidades ingentes de recursos torturando pacientes. Ahí es nada.

sábado, febrero 24, 2007

Primary Colors (V): primera víctima

Hay algunos que disfrutan siendo los primeros. Tom Vilsack, el primer candidato entre los demócratas en anunciar que se presentaba a las primarias, es el primero en morder el polvo y anunciar su retirada. Según Vilsack, sencillamente no parecía que iba ser posible recaudar suficiente dinero para pagar una campaña electoral remotamente competitiva, así que mejor salir ahora y evitar un mal rato. El problema de fondo, sin embargo, la misma estructura del sistema americano para escoger candidatos.

El problema no es realmente el dinero. Aún cuando todos los analistas hablan de que un candidato debería recaudar unos 25 millones de dólares antes de junio para ser remotamente competitivo, el problema no es tanto la falta potencial de recursos como la dinámica del debate público en sí. Para recaudar fondos, el primer paso necesario es ser un candidato creíble; nadie te va a dar un duro si no tienes una posibilidad real de ganar las elecciones, o al menos afectar el debate lo suficiente como para forzar a los otros candidatos a tenerte en cuenta. Para poder hacer cualquiera de las dos cosas, un candidato necesita que alguien le escuche de vez en cuando, y eso implica que los medios de comunicación se paren a preguntarte cosas en algun momento. Esto, en el caso de Vilsack, obviamente no ha sucedido.

En las primarias demócratas, los medios parecen haber decidido centrarse en cubrir dos candidatos y un adorable actor secundario (Edwards), y sencillamente haber dejado de lado el resto. Los tres sujetos en cuestión suman 16 años de experiencia a nivel nacional, todos en el Senado. Sólo Hillary Clinton podría presumir de tener algo de experiencia ejecutiva como primera dama, aunque que yo recuerde nunca paso de presidir comités consultivos. En contraposición, uno de los candidatos ignorados (Joe Biden) tiene más del doble de su experiencia (35 años) en el Senado que los tres favoritos de los medios juntos.

El problema es que no es el único. Chris Dodd lleva 27 años en el Senado; Bill Richardson lleva 25 años en política, incluyendo puestos ejecutivos como gobernador y secretario de energía, y una extensísima experiencia internacional; incluso Denis Kucinich con sus 13 años en el Congreso y su tumultuoso paso por la alcaldía de Cleveland tiene más experiencia que cualquiera de los favoritos. Vilsack no era ni de lejos el más cualificado de los candidatos, pero sólo con sus ocho años de gobernador de un estado ha estado más años en un cargo electo que Obama, Clinton o Edwards.

¿Qué criterio siguen los medios para decidir quién merece la pena cubrir? La explicación que dan los periodistas es que ellos sólo siguen lo que dicen las encuestas, y dan sus micrófonos a quien parece que interesa más al público. El argumento, sin embargo, es patéticamente espúreo; Obama atrae mejores cifras en los sondeos por ser más conocido que Biden, Richardson o Dodd, pero parece indudable que ese plus por famoseo no ha sido generado por largos años de servicio y probada experiencia, si no por su innegable magnetismo mediático.

Es evidente que Obama es el sueño de cualquier periodista: carismático hasta decir basta, una cierta imagen de "outsider" y no partir como favorito, un mensaje cargado de buenismo que hace que Zapatero suene como Nietszche, y su color de piel (faltaría) son los ingredientes básicos de una buena historia. El problema es que el hecho que sea una narrativa estupenda no implica que merezca tanta atención, o se le dé tanta importancia a su candidatura a presidente, cuando parece bastante evidente que no es ni de lejos el candidato con las mejores credenciales para el puesto. El caso de Hillary es prácticamente idéntico, con una bonita narrativa de primera mujer presidente, y adolece exáctamente de los mismos defectos que la de su rival.

La pregunta que deben hacerse los medios al dar las noticias no es el buscar una buena historia, es hablar de aquello que resulta relevante. En el caso de los medios americanos, parecen haberse emperrado de forma colectiva en hacer relevante la narrativa, sin pararse a pensar que se trata de escoger al mejor presidente, no al mejor protagonista de una novela. Con estos mimbres, el sistema de primarias no hace más que seleccionar bonitos cuentos de hadas, no buenos candidatos, y así les van las cosas.

Por cierto, aún con esta crítica, debo decir que Obama me parece un candidato sólido; la experiencia en un cargo como el de Presidente no es el único factor decisivo. A fin de cuentas, algunos de los mejores hombres para el cargo no tenían casi ninguna (Lincoln, Kennedy), y las cosas salieron bien. Lo triste de la situación sin embargo es que en Estados Unidos políticos como Jose María Aznar o Romano Prodi, más que competentes y notoriamente aburridos, nunca estarán cerca de la presidencia.

jueves, febrero 22, 2007

Política italiana, estilo clásico

Si el otro día hablaba mal de los franceses y su sistema electoral digno de una república bananera, hoy toca hablar de los italianos y su espectacular incapacidad para crear gobiernos estables, no importa bajo qué reglas voten. O dicho en otras palabras, por qué la caida del gobierno Prodi no es más que una vuelta a la tradición en la política del país, tras la extraña aberración del longevo reinado de Berlusconi.

Seguir las aventuras del sistema electoral italiano es una tarea ligeramente desesperante. Desde finales de los ochenta los políticos en Roma han hecho de retocar estas reglas casi un deporte nacional, tras identificar (con cierta razón) el bizarro sistema de listas abiertas de la primera república como uno de los culpables de la endémica corrupción del país. El problema ha sido sin embargo el hecho que los fontaneros encargados de reparar el sistema han sido siempre los responsables que este se llenara de mierda, así que cada nuevo texto ha nacido con espantosos errores de juicio ya de origen.

El último engendro nace de la pluma de los gobiernos Berlusconi, y con la vocación (fallida, para variar; los políticos tienden a ser malos en esto) de ganar las elecciones a base de ingeniería institucional. El sistema parte de la idea que el origen de la inestabilidad política italiana no es la sobreabundancia de partidos, sino la poca coordinación entre ellos; como resultado, todo en la ley trata de incentivar la creación de grandes coaliciones. Los partidos aliados en una coalición suman sus votos a la hora de ver como se asignan los escaños en cada circunscripción (vía sistema proporcional); sin embargo, el número de escaños de cada uno de los partidos dentro de la coalición se asigna según el número de votos relativo entre ellos, entrando en la cuenta todo aquel que pase del 2% de los sufragios. Para reforzar la necesidad de meterse en grandes alianzas, si un partido está fuera de una alianza tiene que pasar del 4%, dando más incentivos para meterse en un equipo.

El sistema suena muy justo y magnánimo con minorías, dando a todo el mundo voz y voto, pero por desgracia es una máquina de crear problemas. Para empezar, envía cualquier pretensión de disciplina de partido a la mierda; con una barrera de entrada tan patéticamente baja para nuevas formaciones, incluso la más patética de las facciones disidentes puede presentarse en solitario y seguir en el parlamento. Más allá de este problema, estas reglas producen exactamente la clase de arreglos que se querían eliminar cuando se abandonaron los sistemas de listas abiertas: el parlamento está lleno de diputados con base electoral propia, separada del primer ministro, y por tanto con una tendencia alarmante a tener una lealtad a su gobierno más bien escasa.

En cierto sentido, el sistema político italiano es una especie de extensión bizarra de la paradoja de la minoría dominante de la que hablaba el otro día, pero dándole la opción a los disidentes de cargarse al líder, no sólo criticarlo. Siendo Italia un país de mayorías estrechas, con las dos grandes alianzas separadas por unos pocos escaños, todos los miembros de una coalición tienen poder de veto, es decir, pueden bloquear cualquier reforma que les moleste o incluso forzar una crisis de gobierno si les apetece ser especialmente maleducados. Y a diferencia de lugares como España, donde un gobierno en minoría siempre se apoya en un partido con un buen número de diputados, en Italia Prodi encabeza una coalición de partidos que apenas controla el 60% de los escaños de otra coalición de partidos que le da en teoría capacidad de gobernar. O en otras palabras, una receta para el desastre.

Queda explicar dos cosas. Primero, el porqué los gobiernos Berlusconi duraron tanto. La explicación, me temo, es sencilla. Si un Primer Ministro no quiere cabrear a sus socios de coalición, lo mejor que puede hacer es no enfrentarse a ellos tratando de evitar pasar leyes en temas sensibles; en otras palabras, no hacer nada. Si uno mira el historial de reformas del Cavaliere en su años de gobierno, lo cierto es que el término "nada" no va desencaminado.

El segundo punto es qué sucederá ahora. Esto ya es más difícil de saber, y depende de la estupidez congénita de los comunistas. Veremos; es posible que haya un segundo gobierno Prodi, con los mismos defectos de origen que el primero. La verdad, así cualquiera gobierna. País.

miércoles, febrero 21, 2007

De crecimiento y críticas razonables

Se publican los datos de crecimiento para el 2006, y el Partido Popular ha salido con su obligatoria batería de críticas. Lo cierto es que ante un 3,9% de aumento del PIB, un dato francamente estupendo, han necesitado ser creativos, pero por una vez no parece que algunas cosas han acertado.

Empezaremos por los detalles absurdos. Quejarse que el diferencial de crecimiento con la Unión Europea ha caído de dos puntos a "apenas medio" es directamente mentir, ya que nuestros vecinos andan por el 2,9% (2,7% la zona euro); el diferencial ha disminuido, pero sigue siendo considerable. Por añadido, tener la economía creciendo al 5% es casi imposible en los niveles de renta que se mueve España; Estados Unidos puede hacerlo de vez en cuando, al ser una economía mucho más flexible, pero incluso allí una tasa de esa magnitud se considera un potencial recalentamiento.

El comentario que si que es pertinente, y la verdad debería haber incorporado al hablar de la distribución del crecimiento económico hace unos días, es el aumento del PIB per cápita. Si miramos la cifra de este modo, los resultados son de hecho un poco menos remarcables, ya que la población española lleva varios años aumentando a un ritmo decente gracias a la inmigración. El pastel crece a buen ritmo, pero se tiene que distribuir entre más gente, así que las porciones que recibimos no tienen el tamaño espectacular que uno esperaría. Mirar los datos así, por cierto, hace que Estados Unidos (otro país con una población en expansión) no parezca un lugar con cifras demasiado espectaculares, y deja a las aparentemente estáticas economías europeas en cifras mucho mejores.

¿Es el dato del PIB por cápita un indicador que la economía española no va bien? No exactamente. Para empezar, una economía necesita haber estado funcionando de forma bastante eficiente como para haber permitido ese potencial de crecimiento, y utilizar el aumento de la población para hacerlo factible. Por añadido, con los datos del cuarto trimestre mostrando una tendencia al alza incluso en los puntos débiles de la economía (la productividad), uno tiene poco que protestar.

Por cierto, los datos del sector exterior son relativamente irrelevantes. Sí, afectan al crecimiento, pero siguen básicamente al precio del petroleo, no lo que diga o haga el gobierno. Con el petróleo a 30 dólares el barril, la economía española estaría creciendo aún más.

martes, febrero 20, 2007

Monopolio por agotamiento

Hace unos años, dos grandes empresas empezaron a comercializar un nuevo formato dentro de los medios de comunicación, la emisión digital vía satélite. Las dos compañías vieron claramente los enormes beneficios potenciales de su producto; emisiones de programación exclusiva de altísima calidad a cambio de una cuota mensual. Para atraer clientes rápidamente, ambas se lanzaron inmediatamente en una carísima guerra de compra de exclusivas a derecha e izquierda, tratando de apropiarse de tantos eventos deportivos y programación de interés como fuera posible.

Al cabo de unos años, sin embargo, las cosas parecían haber cambiado a peor. Ambas empresas tienen importantes bases de suscriptores, pero no han logrado expulsar a su rival del mercado. Ambas tienen un importante número de exclusivas, pero solapadas de tal forma que no bastan para que una oferta sea significativamente mejor que la otra. Y lo peor, ambas están endeudadas hasta las cejas, y no han conseguido suficientes clientes como para mantenerse a flote. ¿Qué solución les queda?

Ayer, Sirius y XM radio, las dos plataformas de radio digital por satélite de Estados Unidos, anunciaron sus planes para fusionarse.

Como veis, una historia bastante familiar, vista en España no hace demasiado con la guerra de las plataformas digitales de televisión por satélite. Un mercado nuevo, con unos costes fijos de infraestructura considerables, que nace como un duopolio competitivo y tras una intensa guerra de desgaste, deja a las empresas clamando por la necesidad de una fusión para sobrevivir a sus deudas. La competencia deriva en una carrera de armamentos, y en la práctica extinción de un mercado.

¿Por qué sucede esto? Ambas empresas están actuando de forma aparentemente irresponsable, endeudándose de manera poco realista y poniendo en peligro su supervivencia. En esta ocasión, sin embargo, actuar de forma irresponsable es estrictamente racional, ya que el beneficio potencial de echar al oponente del mercado es gigantesco. Lo que tanto Sirius como XM pretendían era básicamente barrer a su oponente del mercado, para quedarse solitas y convertirse en un muy lucrativo monopolio. El problema es que cuando una empresa inicia una escalada de inversiones, la otra no tiene más opción que seguirla, ya que quedarse atrás implica ceder cuota de mercado. Con una promesa de monopolio, los inversores tienen poco problema consiguiendo capital, y la guerra de desgaste acaba por agotar a las empresas... y un problema para las autoridades antimonopolio americanas que revisarán la fusión.

Parece que tenemos un caso de mercado fallido por aparente competición excesiva, cosa bastante curiosa. Sin embargo, diría que el problema no es tanto el duopolio de radio sino el mercado de capitales, y la facilidad con la que ambas empresas se pueden endeudar. Sea por miopía de los inversores, que no ven los problemas potenciales de la guerra de exclusivas, sea por la manía de invertir en las "empresas de moda", Sirius y XM consiguen capital con una facilidad inquietante. O quizás el problema no sea ese, y lo que tenemos es inversores viendo una oportunidad potencial de usar deudas como justificación de monopolio. Quién sabe.

Lo cierto es que establecer reglas de competencia, especialmente en mercados con muy pocas empresas, es mucho más difícil de lo que parece.

domingo, febrero 18, 2007

Amor por la abstención

Otro referéndum, otro loco griterio proclamando el amor eterno al abstencionista. El estatuto andaluz sale aprobado con un 87% de votos a favor, y los únicos que querían que saliera lo contrario salen cantando victoria. Vamos, como hicieron en el referéndum de la constitución europea (en Francia y España), como hicieron con el Estatut, y como harían si se votara quien hace los mejores ganchitos del mundo.

En fin. Para decirlo muy brevemente, y repetirlo por enésima vez, hay dos factores que tienen un peso crucial en el nivel de abstención en unas elecciones. El primero, la percepción de importancia de la materia a votar. Las elecciones autonómicas (y referéndums, por tanto), son siempre vistos por el electorado español como elecciones de segundo orden, y la participación baja en consecuencia. El segundo factor, lo ajustado del resultado: si una votación tiene un resultado cantado, el votante será menos propenso a tomarse la molestia de ir a las urnas, ya que su voto importa poco.

La participación en el referéndum estatutario andaluz, por tanto, tiene bien poco de sorprendente. De hecho, tiene bastante de voto racional (porque efectivamente, no era una votación importante) y sentido común; una simple rúbrica de una ley que la verdad, tiene un proceso de reforma quizás demasiado complicado para sus efectos reales.

No votar, en contra de lo que aullan algunos, no significa que todos los abstencionistas odian a Chaves, Zapatero, Arenas y el contubernio marxista del 11-M. No significa que todos esos no-votantes son gente que diría "no" pero que mira, no hizo el esfuerzo. Sencillamente significa que el 63% de los votantes no ha votado, y punto. No es un final de régimen, no es un insulto al gobierno, no es un apoyo a la oposición, no es un deseo oculto de tener a Federico de presidente de España. Todo lo que sea atribuirse la paternidad del pasotismo es sencillamente deshonesto.

Porque sí, el estatuto está aprobado. Mal que les pese a algunos, ese presunto clamor popular contra esos molinos del cambio de régimen parece generar cualquier cosa menos votos en contra. Felicidades.

Nota al margen: eso no quita que Andalucia sea un deprimente ejemplo de partido populachero clientelista único en muchos sitios, por cierto. Pero de eso ya hablamos otro día.

Absurdismo político y la izquierda francesa

Una de las más antiguas tradiciones de esta bitácora es meterse con los franceses. Sea por la pública y notoria imbecilidad de su presidente actual, sea por el espantoso aislamiento de sus líderes, sea por la perpetua capacidad de su izquierda para hacer el ridículo, la clase política gala siempre se ha llevado entusiastas sopapos de mi parte. A todas estas críticas toca añadir hoy la última perla, el delirante programa electoral con el que la candidata socialista a la presidencia, Ségolène Royal, se dirige a las urnas.

Empezaremos por las propuestas, que por algo son lo que realmente afectarán a los votantes. Uno no tiene más que echarles un repaso por encima para darse cuenta que en la circuitería interna del partido socialista francés hay algunos relés sueltos que les impiden leer nada escrito en fecha posterior a 1975; es un texto cargadito de ideas caducadas. Desde nacionalizar compañías (eléctrica y gasista, para empezar) a penalizar las empresas que repartan dividendos (no sea que alguien que toma riesgos no pueda obtener beneficios, no), la retahíla de propuestas indefendibles desde el punto de vista económico es francamente nutrido. Como en todas partes, hay algunas ideas salvables (incluso viviendo en el pasado, uno tiene que ser muy malo para decir cien tonterías), pero en general, el programa es un mamotreto caro, anticuado e inutil, ya aplicado con variaciones entre 1981 y 1983 por Mitterrand y que acabó con un sonoro fracaso.

¿De dónde salen estas ideas absurdas? Estamos hablando de la candidata a la presidencia del que aún es uno de los países más prosperos del planeta, a pesar de los repetidos intentos de su clase política por revertir esa condición. En algún lugar, alguna parte de la izquierda francesa debe haber alguna voz razonable que sepa de la ley de la gravedad, vamos. Aún con una candidata que pretende ser un adalid de la nueva política a pesar de ser la enésima encarnación de la plaga de énarques, uno diría que algún libro nuevo deberían leer de vez en cuando.

Ante este dilema, hay dos posibles respuestas. Por un lado, es posible que Royal sea sincera, y por tanto tengamos en nuestras manos otro ejemplo del compendio de fósiles que pueblan el panorama político francés. Si esa es la respuesta, felicitar al sistema de primarias por producir otro melón incompetente como candidato, obviando a los competentes en pro a presentar alguien que luce más en bikini. Por otro lado, es posible que la ley electoral francesa y el recuerdo de las últimas presidenciales estén provocando estas posturas extrañas.

La ley electoral francesa es bastante inusual en los paises desarrollados, probablemente por muy buenas razones. Con un torpe interludio proporcional en los ochenta, la Quinta República ha usado siempre un sistema a doble vuelta, con circunscripciones uninominales en el legislativo. A primera vista, este arreglo permite crear mayorías sólidas y a su vez da a los votantes un amplio margen para expresar sus preferencias; en la práctica, lo único que se consigue es un listado sin fin de incentivos perversos para los políticos.

El problema para Royal es que tiene que ganar unas elecciones antes de llegar a la segunda vuelta. Su oponente, sin embargo, no es Nicolas Sarkozy (que por cierto, no es un énarque), si no el resto de la abundante fauna de izquierdistas trasnochados que habita en Francia. La misma tropa que presento tres candidatos trostkystas, dos verdes y un socialista para competir contra Jospin, dividiendo el voto y dejando que Le Pen les dejara fuera de la segunda vuelta, para ser más concretos. El partido socialista francés, con cierta razón, tiene un terror atroz a que la pesadilla del 2002, en que el discurso moderado de Jospin provoco masivas deserciones hacia voto inútil, y ha lanzado a Ségolène a saco a por el electorado altermundista para asegurarse la segunda vuelta.

Evidentemente, una vez allí convencer al resto de votantes que la candidata no está majara será un problema, y aquí está el nucleo de la cuestión: su rival en la derecha, Sarkozy, no tiene tanta competencia en la primera vuelta, y por tanto puede presentarse con un discurso mucho más consistente y sólido sin apenas problemas. Para llegar a la segunda vuelta de forma consistente, Royal tiene que colocarse en una posición que le hará llegar a esta con una mano atada a la espalda. El sistema de dos vueltas, por tanto, tiende a favorecer al candidato que venga de la tendencia política con menos divisiones internas, no realmente al más competente o cercano al centro político. Como resultado, los franceses acaban votando demasiado a menudo a candidatos terriblemente inconsistentes, que no pueden más que romper sus absurdas promesas electorales hechas sólamente para poder conservar sus bases.

Para hacer las cosas peores, la ley electoral misma tiende a dividir los partidos, no a unificarlos. Si un partido político tiene una minoría disidente ruidosa, su capacidad de salirse del partido y probar suerte es mucho mayor, ya que las barreras de entrada electorales son comparativamente menores que un sistema proporcional tradicional. La larga, larguísima retahíla de siglas perdidas en la historia de los partidos políticos franceses (con una inacabable tradición de divisiones en la derecha y tirarse piedras sobre el propio tejado en la izquierda) son un síntoma claro de los problemas que tiene Francia para escoger líderes competentes.

A todo esto, eso no significa que Sarkozy me parezca peor candidato; de hecho, dentro del panorama francés es sorprendentemente sólido, aún no siendo gran cosa. El problema es que me temo que nunca sabré si Royal es remotamente competente, ya que el absurdo sistema electoral nunca me dejará saberlo. La moraleja de todo esto, me temo, es que cuando un país tiene un arreglo institucional extraño es normalmente por buenas razones; básicamente, porque no funciona.

viernes, febrero 16, 2007

La paradoja de la minoría dominante

El otro día hablaba de forma seria y profunda (esto es, usando carritos de helado) sobre por qué un partido que se escora hacia los extremos puede influir seriamente en el debate, aún perdiendo las elecciones. Hoy quiero ser un poco más específico y tratar de añadir unos cuantos detalles a ese dibujo hablando de cómo un grupo relativamente pequeño puede controlar un partido político, aún cuando sus posiciones no son precisamente populares.

Los partidos políticos siempre se han enfrentado a una extraña paradoja. Por un lado, los medios de comunicación y blogueros feroces siempre les critican por ser extrañas dictaduras democráticas, con disciplina interna feroz y restricciones en el debate interno. Por otro lado, los votantes parecen castigarles en las urnas con saña cada vez que tienen conflictos internos y esa disciplina se cae pedazos.

Es natural que esa tendencia de los votantes les lleve a ser cautelosos; un líder de un partido político actuará siempre con un ojo en las encuestas de opinión y otro en sus filas, siempre preocupado que una algarada interna pueda enviar sus expectativas monclovitas a la basura. Un presidente o secretario general está siempre en un juego de equilibrios, diciendo cosas que por un lado hagan feliz al electorado, pero siempre cauteloso que sus acciones no sean vistas por sus compañeros como una traición a los principios de su formación. Algunos políticos tienen suerte, y disfrutan de unas bases que se preocupan poco por las esencias y aceptan cambios para ganar elecciones. Otros (la mayoría, diría yo) saben que algunos notables y barones tienen bien poca cintura y las ideas muy claras.

Supongamos que un partido político en la oposición está compuesto por dos grandes grupos. Por un lado, dos tercios del partido son una pila de trepas sin ideología capaces de aceptar cualquier cosa de su líder con tal que les lleve de nuevo a ocupar un ministerio. Si el jefe y las encuestas dicen que subir el salario mínimo es una buena idea electoralmente hablando, yo le sigo. En contraposición, hay un tercio del partido que tiene una idea muy clara, y la defiende con fuerza: están convencidos que el Frente de Liberación de los Gnomos del Jardín (FLGJ) conspiró contra su glorioso gobierno para provocar su derrota, y no descansarán hasta que se sepa la verdad. Si el líder del partido no lo hace, lo criticarán, criticarán y criticarán, y la opinión pública escuchará sus quejidos, ya que el famoso presentador Joselito Fernández Lavirgen (JFL) les tendrá cada día en la radio. Oh sí, harán ruido. Que se sepa la verdad está por encima de esta chorrada de la disciplina de partido.

El presidente del partido, ante los bramidos del sector irredento y los constantes ataques de JFL por tierra, mar y bitácora, se enfrenta a un serio dilema con dos salidas. La primera es convocar una rueda de prensa, decir a los medios que la implicación del FLGJ en la últimas inundaciones es una fantasía conspiranoica, y enfrentarse a los pelmas rebeldes. Eso provocaría una enorme tormenta mediática hablando de partido dividido, grave crisis, y una guerra civil a plena luz del sol harto deprimente para el electorado. Sí, quizás a golpe de mayoría consigue marginar a los ruidosos, pero siendo hablar gratis y con JFL siempre dispuesto a darles cancha, la imagen del partido se arrastrará por el barro una buena temporada.

La segunda opción implica tener al candidato recurriendo a un cálculo electoral, con el hombre mirando encuestas. La pregunta a responder es saber qué le costaría más votos, presentarse a las elecciones con ideas excéntricas, o hacerlo con el partido entero dándose de tortas. Si el electorado parece no darle demasiada importancia a guerras internas, el presidente o secretario general no tendrá reparos en dar un puñetazo en la mesa y seguir con un discurso de centro. Si las encuestas dicen que el electorado no castigará en demasía sus opciones si se pone a hacer discursos cargados de insinuaciones contra el FLGJ, el buen hombre mirará la foto de la Moncloa que tiene en su cartera, suspirará, y pasará a defender algo que le parece una tontería.

¿Conclusiones? Básicamente dos situaciones ciertamente paradójicas. La primera, que la falta de debate interno en los partidos no es tanto culpa de los políticos, como del electorado. Como más estrictos sean los votantes en castigar a los políticos por sus líos internos (y lo son en todas partes), menos debate veremos. La segunda, y más intrigante si recordamos lo dicho hace unos días, es que una minoría relativamente pequeña puede mover el debate sorprendentemente lejos de lo que importa a la mayoría de los ciudadanos, especialmente si los votantes son alérgicos a ver partidos divididos.

Supongo que no hace falta que me extienda demasiado en qué significa esto en relación a los partidos políticos españoles, o como el PSOE parece estar sorprendentemente lleno de gente con amplia cintura política. No hay nada como un buen ministerio para que olvidarse de ideas extrañas. De todos modos, me parece una explicación bastante pausible sobre por qué el PP parece tan obsesivo en algunos temas, y por qué Rajoy parece un perrito triste cada vez que sube a la tribuna en el Congreso.

Lo cierto es que este pequeño modelo, cambiando algunos supuestos (variando las proporción de ideólogos, haciendo que el jefe lo sea, añadiendo reglas -y costes- para cambiar de líder) da para explicar bastantes cosas. Sin embargo, eso lo dejo para mi tesis, que es de donde sale este follón. Seguiremos informando.

miércoles, febrero 14, 2007

Impuestos para idiotas

Según el New York Times, un premio de loteria por valor de tres millones y medio de dólares no ha sido reclamado por nadie en Connecticut. Eso significa que hoy a medianoche, cuando expire el plazo para cobrarlo, el estado será probablemente tres millones y medio de dólares más rico, y todo gracias a los miles de tontos que pagan ese impuesto voluntario que es la lotería.

La lotería es, realmente, un impuesto para aquellos que no saben probabilidad. La base es sencilla; se promete un premio al ganador de un sorteo que es siempre menor que el total recolectado. Para hacerlo más insultante, el precio de un décimo o apuesta en comparación al retorno esperado de la inversión es insufriblemente alto.

Para que comprar lotería valiera la pena, el precio del billete tendría que ser proporcional a la probabilidad de ganar el máximo premio. Si uno tiene una posibilidad entre 432.938.943.360 (sacar pleno más complementario en la primitiva, si no estoy equivocado), una apuesta de un euro debería darle al menos 432.938.943.360 euros, no la estafa de premio que uno recibe ahora. Debido al hecho que la gente es tonta y no es capaz de calcular su probabilidad de ganar y compararla con el volumen de la inversión el retorno potencial, tenemos a millones de inversores en todo el mundo tratando de ganar dinero de la forma más absurda posible. Uno tiene una probabilidad mayor de ganar dinero invirtiendo dinero literalmente al azar en bolsa (tirando dardos a un periódico, vamos) que comprando lotería. Mientras el estado se lleva enormes beneficios por este monumento a la candidez colectiva.

Cosa que me parece perfecto, no obstante. La lotería es una magnífica forma de recaudar impuestos a los tontos. Una especie de castigo estatal por no saber matemáticas, vamos. Probablemente es un tributo regresivo, pero es posiblemente el único netamente elitista.

martes, febrero 13, 2007

Estupidez futbolística congenita

Hará cosa de un mes, un servidor daba saltos de alegría al descubrir que por fin la Liga de Futbol Profesional descubría eso de las superautovías de la comunicación y permitía la difusión de los goles de la liga por internet. Por fin, por fin podría ver mi adorado Barça en mi portatil sin tener que recurrir al redes raras, retransmisiones piratas chinas o gastarme una pasta (y discusión con mi casero) en tener cable digital.

¿Bonito, verdad? No tanto. Resulta que la LFP no parece gustarle eso de hacer publicidad a nivel planetario, y han obligado a bloquear los videos a todo aquellos futboleros de fuera de España. Oh, IP no autorizada. Brillante.

A ver, pedazo de idiotas: la gente no va a comprar camisetas de Ronaldinho, Robinho o Deco si no pueden verlos. Si quieren hacer de la liga española una marca global, no es mala idea empezar permitiendo a gente de todo el mundo ver imágenes de los partidos; ya se sabe, para crear afición y todo eso. Sí, ya sé que hay cuestiones de derechos, distribución de imágenes y que probablemente algún melón en la LFP los vendió a vete a saber quién. Y sí, es probable que la gente de GolTV (el cable de pago con los derechos de la liga en EUA) quiere tener la exclusiva, pero en serio, el hecho que no pueda ver los videos legalmente en la red no va a hacer que pague por verlos.

Es hora que miren el manual de publicidad de productos adictivos, y tomen notas. Primero das a probar tu producto gratis, para que la gente se quede pillada, y después les cobras, una vez descubren lo mucho que les gusta. Dar los resúmenes de los partidos no hará más que atraer nuevos aficionados, no hacer que la gente deje de pagar por ver partidos.

Sí, este es un post nacido de la amargura y el resquemor. Triste, muy triste.

lunes, febrero 12, 2007

El jugador maleducado

No hay situación más engorrosa en un juego de mesa que una discusión sobre reglas. Uno está tan tranquilo comprando solares, invadiendo Rusia o tratando de conseguir ese elusivo cuatro de bastos, y sin que venga a cuento alguien empieza a quejarse que eso que has hecho no está en el manual. A veces no es más que un despiste (anda, aún tengo esto hipotecado), y las cosas se solucionan con una sonrisa y una disculpa, pero algunos días la cosa no es tan sencilla, y nos damos cuenta con pavor que acabamos de encontrar el mayor horror en una mesa de juego. El mal encarnado. El demonio vestido de invitado comeganchitos. El gran satán del dado de diez caras.

Un abogado.

Así se le llama en el mundillo friki de los juegos de rol, estrategia y simulación (si, uno tiene un pasado) al palizas insufrible que disfruta empollándose manuales y reglamentos para después tratar de agreder al resto de jugadores a base de legislación. Alguien capaz de empollarse cientos de compendios de monstruos, ampliaciones, libracos y demás para encontrar esos agujeros en las reglas que le permiten salirse con la suya. Cualquier cosa desde una frase ambigua, una referencia perdida a cruzar dos reglas de forma totalmente contraintuitiva pero estrictamente lógica ("¡nada me prohibe crear gnomos radioactivos!") les vale; todo sea por encontrar ese agujero cuántico por donde sacar ventaja. La cuestión no es hacer que el juego sea lógico, divertido o mínimamente coherente , la cuestión es imponer pulpo como animal de compañía, o si no se llevan el Scattegories.

Entre amigos y conocidos, jugando por la honrilla y por el honor de Gondor o por la Alianza Rebelde, un Abogado no es más que un palizas irritante, que puede ser ignorado (o echado a patadas de la partida) sin excesivo problema. El problema es cuando el juego es un poco más serio, e incluye cuestiones algo más relevantes; cositas como la composición del tribunal constitucional, la lucha antiterrorista o el funcionamiento habitual del estado de derecho.

O en otras palabras, cuando un actor en un sistema político hace de cuestionar o hacer malabarismos con las reglas del juego su táctica de oposición preferida. Aquí la cuestión es más incómoda, ya que no se puede echar a nadie de la partida, e ignorarlo no hará más que dar al abogado más campo para su victimismo. Para que el juego democrático funcione, como en cualquier otro juego que implique interacción estratégica entre varias personas, es necesario que todo el mundo tenga un mínimo de educación, y trate de utilizar las reglas de forma lógica, coherente o sensata.

Algunos en la derecha viven instalados en un cuestionamiento constante de las reglas del juego, siempre dispuestos a criticar al arbitro cuando las cosas no les van bien. Si un tribunal les da la razón, las leyes son maravillosos y los manuales son lógicos; si no, el juego está roto, el gobierno está aplicando el reglamento como le rota, y uno no puede apoyar la invasión de Bulgaria desde el mar Negro con una flota, ya que contradice el manual del juego. Evidentemente, cuando alguien del otro lado proceder a desempolvar tomos y a sacar la artillería legal correspondiente, resulta que lo del legalismo ha dejado de gustarles.

Igual que uno no puede jugar al Monopoly con alguien discutiendo la legalidad de cada transacción a voz de grito, uno no puede esperar que una democracia funcione de manera razonable cuando alguien convierte las leyes en alambradas en constante movimiento. Eso no es hacer política ni debatir ideas, eso es lanzar gruñidos como forma de oposición. Así no se llega a ningún sitio.

Primary Colors (IV): actualizaciones variadas

Unas cuantas notas de color y pensamientos variados sobre las noticias derivadas de las primarias americanas estas útimas semanas. Hay mucho que cubrir, como de costumbre, así que perdonad los olvidos de antemano.
  • Tanto hablar de Mitt Romey, y se me olvida mencionar el motivo principal que le coloca en la categoría de candidatos decentes y no entre los favoritos: el hombre es mormón. De todas las denominaciones protestantes que corren por el país los mormones son de las más raritas, y genera un fuerte rechazo entre otras iglesias que leen al pie de la letra la Biblia. Eso incluye los envangélicos... que son un grupo crucial de las bases republicanas. Lo tiene crudo
  • Rudolph Giulani, tras mucho tontear, ha confirmado que se presenta. Le podeis quitar el asterisco.
  • Una queja habitual entre los candidatos de segunda fila en ambos partidos: la voluntad de muchos estados de abreviar el calendario en las primarias. Como recordareis, tradicionalmente empiezan estados pequeños (Iowa y New Hampshire), y en el transcurso de varias semanas van votando en el resto, con los estados más grandes tendiendo a estar hacia el final. Ahora parece que algunos estados importantes (California, Texas) quieren que sus primarias sean antes, obligando a los candidatos a hacer campaña en esos lugares con bastante más antelación. El problema para los candidatos "pequeños" es que muchos juegan a apostar todos sus fondos electorales en publicidad en New Hampshire (Iowa, por motivos específicos, es peor inversión), tratar de sacar un buen resultado allí para generar entusiasmo y cobertura mediática, y desde allí tratar de recaudar dinero para seguir en la lucha.
  • ¿Funciona esa táctica alguna vez? Errr... no exactamente. Ha habido casos (Clinton, sin ir más lejos) que se puede decir que ha ido bien, pero no es habitual. Lo que esta claro es que sin ese resquicio de duda que presenta un calendario largo, un candidato no es viable si no tiene 100 millones de dólares en el banco allá por octubre, o eso dice el saber convencional por aquí.
Seguiré informando de cómo van las cosas, si tengo tiempo, estos días.
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domingo, febrero 11, 2007

Detalles de información selectiva

Una pregunta. ¿Soy yo, o la constelación mediática cavernaria (LD, Razón, Cope, etcétera) apenas ha hablado de la manifestación ayer en Bilbao?. El buscador en LD sólo me da enlaces previos a la convocatoria, así como una cortísima crónica del evento; en el resto de medios apenas he visto nada en las portadas.

La manifestación fue relevante ya que por primera vez en años la muletilla "todos los partidos excepto el PP" no fue necesaria, y socialistas y conservadores marcharon al lado de los nacionalistas vascos pidiendo el fin de ETA. Es un gesto de distensión bastante claro, que parece no haber hecho puñetera gracia a más de un opinador vociferante. Los populares de hecho parecen haber bajado un poco el tono esta semana, si dejamos de lado el bombardeo preventivo sobre el nuevo ministro de justicia (por cierto, primera vez que se critica a un presidente por nombrar a alguien de su línea ideológica como ministro); quizás se han dado cuenta que los socialistas no son tontos y están empezando a copiarles su retórica.

Veremos como siguen las cosas, pero parece que el PP empieza a tener ciertas dudas.

viernes, febrero 09, 2007

Moviendo el debate sin ganarlo

Una de las falacias más repetidas al hablar de política (servidor incluido) es decir que la única manera de cambiar las cosas es ganando las elecciones. Si bien es cierto que en una democracia la única manera de pasar leyes es formando mayorías, en un sistema de gobierno participativo no todo depende de la legislación. Un partido que se pase la vida perdiendo las elecciones quizás no tomará decisiones, pero tiene otros mecanismos para tener influencia.

Y la mejor manera de explicar por qué esto sucede es hablar de carritos de helados.

Imaginemos una playa. Palmeritas, arena blanca, sol, aguas critalinas, y muchos veraneantes, distribuidos de uniformemente en toda su longitud. Digamos que tenemos un kilómetro de costa, con un bañista cada metro; 1000 en total, todos bien repartidos. A esta playa llegan dos vendedores de helados, que tienen como objetivo vender tantos deliciosos refrescos como puedan. Ambos saben que los bañistas son vagos, y van siempre al carrito que les cae más cerca, así que con eso en mente, van a tratar de decidir dónde se colocan. ¿Cuál es el lugar más adecuado?.

Si los vendedores quisieran poner las cosas fáciles a los bañistas, se colocarían cada uno a un lado, a 250 metros del final de la playa, de modo que quien quiere un helado tenga que andar un máximo de un cuarto de kilómetro para llegar a un carrito. El problema, sin embargo, es que eso no sería la decisión más racional, desde un punto de vista individual de cada vendedor. Si uno de los heladeros se mueve 250 metros y se coloca en el centro, este inmediatamente obtendría muchas más ventas. Para empezar, todos los bañistas en su lado de la playa seguirían comprándole a él; aun teniedo que andar medio kilómetro, seguiría siendo el vendedor más cercano. Sin embargo, es no sería todo, ya que también robaría clientes a su rival; los veraneantes entre el "metro 500" y el "625" cambiarían de carrito para andar menos.

Evidentemente, el otro vendedor no es tonto, y no se conformaría con eso. Al cabo de unas horas, los dos carritos estarían situados en el centro de la playa, tratando de evitar que nadie les robe mercado, y dividiéndose la mitad de la clientela para cada uno.

¿Familiar, no? Es una explicación muy sencilla (y antigua; las primeras formulaciones tienen casi 100 años, el desarrollo moderno es de Downs, en los 50) sobre cómo funcionan los partidos políticos y su estrategia electoral. Los partidos saben que la mejor manera de maximizar votos / clientes es buscando el centro, y actuan en consecuencia; el partido más cercano al votante mediano es el que ganará el mayor número de votos, así que los estrategas electorales se pasan la vida buscando ese elusivo individuo.

Sin embargo, he comentado que no es necesario ganar para ser influyente, y hablando de vendedores de helados podemos ver también como esto sucede. Supongamos que uno de los vendedores tiene un carrito excepcionalmente pesado, o es sencillament muy vago, y no quiere alejarse demasiado de su casa. El pobre vive en un extremo de la playa, y como mucho avanza 100 metros, quedándose allí para vender helados. El otro vendedor, muy avispado, estaba en el centro, de modo que tiene todo un lado para él, y la mitad de los bañistas entre su carrito y el de su rival como clientes; sin embargo, las cosas le pueden ir todavía mejor si se mueve un poco. Como más se acerque a su rival, más clientes le robará, sin perder necesariamente clientes por el otro lado (tenemos bañistas masocas, que caminan lo que sea por un helado); así que no tardará demasiado en estar al ladito de su rival, quedándose con los clientes de 900 metros de playa.

Algo parecido tiende a suceder con los partidos políticos. Cuando un partido insiste en irse al monte, sin atender a lo que hace su rival, su oponente tiende a variar sus posiciones políticas para aprovecharse de los cambios. Si un partido, por ejemplo, insiste en defender el matrimonio homosexual, su rival es probable que acabe defendiendo las parejas de hecho, aún no creyendo en ellas en un principio, para acercarse al su rival a su izquierda, sin adelantarlo. En el caso que un partido político ante una posible negociación con terroristas aboga por una inflexibilidad radical y absolutista, es muy probable que su rival acabe por limitar su flexibilidad para erosionar votos a su oponente, aún cuando la posición del electorado pudiera ser más tolerante.

¿Por qué el debate político en España parece siempre girar en torno a lo que dice el PP? No es necesariamente debido a que lo sueltan es lo que importe el electorado; es perfectamente posible que el PSOE esté sencillamente siguiéndoles en sus obsesiones, para tratar de ganar parte de su electorado.El PP, incluso perdiendo, puede influir en el debate; no hace falta ganar para marcar la agenda.

Claro, también es posible que el PP haya sido más listo y de hecho sean los que están en el centro de la playa, pero eso es un debate para otra día...

miércoles, febrero 07, 2007

Otegui (casi) en la Constitución

Hoy Arnaldo Otegui ha propuesto aplicar la constitución, y el colectivo energúmeno no parece haberse dado cuenta. Para empezar, ha propuesto una "solución para el conflicto" que incluye explícitamente la permanencia del País Vasco dentro del "estado español", sin exigir la independencia. Si eso fuera poco, ha pedido la unión entre Euskadi y Navarra si los ciudadanos de ambas autonomías así lo votan en referéndum, siguiendo las reglas que marca la Constitución y los estatutos actuales.

Sí, dice que es un paso intermedio para conseguir la independencia, pero no deja de ser un cambio más que significativo sobre la retórica habitual. Por si fuera poco, es una petición que tienen perdida de antemano; Navarra no votaría ni de broma una reunificación con Euskadi, y el resultado en el País Vasco no sería tampoco demasiado positivo. Y repito, este voto sería plenamente constitucional... aunque la verdad, me temo que al PP eso le importa un pimiento.

Si esta propuesta no es farol de Otegui (y ETA está de acuerdo), ¿Es una vía de solución mediante derrota electoral autoinflingida por parte de la izquierda abertzale?. En un país con una oposición normal, y no el colectivo de mandriles vociferantes actual, quizás. Lo cierto es que no soy optimista.

martes, febrero 06, 2007

Alternativas a la politización judicial

La decisión del Tribunal Constitucional de aceptar la recusación de uno de sus miembros por un tecnicismo ha generado la habitual tormenta de acusaciones de politización de la justicia de uno y otro lado. No voy a meterme discusiones si el PP es peor o el PSOE es más malvado porque la verdad, no hay forma de ponernos de acuerdo (y supongo que es fácil sospechar cual es mi opinión, de todos modos), si no hablaré un poco del fondo del problema: si la justicia está politizada, ¿Qué reformas legales son necesarias para aumentar su independencia?

Lo primero que es necesario responder es si a PP y PSOE les interesaría tener un poder judicial más independiente. En mi opinión, la respuesta es afirmativa; el partido gobernante quiere asegurarse que no tendrá al partido de la oposición haciendo una guerra de guerrillas extraparlamentaria por los tribunales, y el partido de la oposición dejará de temer que el gobierno le deje las manos atadas con un lastre de jueces respondones. El problema, evidentemente, es conseguir escribir una reforma que no genere desconfianza en ninguna de las dos formaciones, que no parezca que el partido de la mayoría está tratando de aprovecharse de su situación.

¿Cómo se crean instituciones independientes? No hace demasiado escribí un artículo sobre el tema, dando una explicación más o menos detallada de los mecanismos a utilizar. Si uno atiende a lo dicho, verá que los tribunales españoles siguen un buen número de esas reglas: la nominación no depende exclusivamente del gobierno, los magistrados sirven por un periodo de tiempo distinto al de los políticos, y estos no pueden destituirles. En un principio, esto debería bastar para evitar estas guerras de recusaciones e intentos de nombrar jueces afines para casos importantes (como ha sucedido con el 11-M), pero sin embargo esto ha continuado sucediendo. Parece claro que o bien las armas generadoras de independencia no están funcionando, o bien hay algún otro factor creando el problema.

Lo cierto es que hay varios factores. El primero, el hecho que la independencia judicial pura no es posible obtenerla de forma realista sin dejar de lado el equilibrio de poderes. Uno podría crear un cuerpo de funcionarios separado y totalmente autónomo intocable para los políticos para los jueces, pero nada impediría realmente una tiranía burocrática judicial incompatible con la democracia. Otra opción, votar el Consejo General del Poder Judicial, no haría más que replicar los resultados electorales en el Congreso (PP y PSOE harían campaña por jueces y punto), creando una votación redundante. La otra opción, utilizada en Estados Unidos, dar cargos vitalicios para la mayoría de puestos judiciales, sería difícilmente admisible en España, especialmente para el partido en minoría en los tribunales actualmente.

El segundo factor a tener en cuenta en el sistema actual es que si bien los políticos no pueden echar a los jueces, sí pueden recompensar su lealtad a posteriori. Si vemos a gente como Gómez de Liaño, prevaricador convicto y ahora mascota predilecta de la constelación mediática conservadora, es fácil entender porque algunos jueces están tan dispuestos a ser del agrado de ciertos periodistas. Este es un problema básicamente irresoluble, y casi diría que fuera del alcance de los políticos; la independencia de los jueces no es cuestión sólo de los cargos electos.

¿Qué cambios legales se pueden introducir? La verdad, hay relativamente poco a reformar. De hecho, diría que el sistema actual es de hecho relativamente bueno, y por varios motivos. Primero, fuerza a quien ha ganado las elecciones a tener en cuenta a la oposición. Si bien esto contradice la regla de la mayoría, también contribuye al respeto de las minorías, algo que no deja de ser positivo. Segundo, si bien a veces genera resultados politizados, cuando llega el momento muchas decisiones siguen siendo sensatas. El Supremo decidiendo que reunirse con Otegui no era delito fue contra sus presuntas convicciones políticas, pero era una decisión sensata. Si bien el sistema judicial genera una cantidad de ruido a todas luces excesiva (y sigue siendo demasiado lento) no parece que acabe por siempre actuar por motivos políticos.

La politización de la justicia, la verdad, es básicamente inevitable. Lo que debemos recordar, sin embargo, es que no es algo totalmente indeseable; a fin de cuentas las leyes las votamos entre todos.

domingo, febrero 04, 2007

Primary Colors (III): los candidatos republicanos

Tercera parte de la serie sobre elecciones primarias en Estados Unidos; ver artículos previos aquí y aquí.

La última vez que hable con cierto detalle sobre el Partido Republicano los dejámos atontados en un rincón, tras ser apisonados sin demasiada ceremonia por los demócratas en las últimas elecciones legislativas americanas. Siguiendo la habitual tendencia en todo partido político que se precie, tras una derrota electoral todos los damnificados empezaron a buscar culpables allí donde estuvieran más a mano, es decir, dentro de la misma formación, y las divisiones entre las múltiples facciones de los republicanos volvieron a aparecer. Por suerte o por desgracia, los partidos aquí arreglan las cosas como hombres, dándose de tortas en público en elecciones primarias, así que la batalla por el control de los conservadores será cuanto menos interesante.

Estas elecciones primarias, como ya comenté en mi primer artículo, tienen bastante de inusual, ya que no hay un vicepresidente tratando de conseguir un ascenso, y esto tiene un efecto aún más claro en el partido republicano. Como se ha comentado a menudo, los conservadores tienden a escoger el candidato preferido por el establishement del partido, pero en esta ocasión definir a quién corresponde esa etiqueta no es tan claro. Las diversas "almas" de la formación (conservadores religiosos, libertarios, aislacionistas, internacionalistas, pro-empresa, moderados, etcétera) únicamente parecen estar de acuerdo en que los impuestos son malos y que el presidente es un lastre, con lo que ser el candidato favorito de un grupo no es necesariamente garantía de nada.

Paso a repasar, por tanto, los candidatos a la nominación del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos, siguiendo el orden aproximado que utilicé con los demócratas. No hace falta que diga, evidentemente, que sobre programas e ideas tengo los mismos problemas y reservas. Tengo el problema añadido, sin embargo, que los malditos son lentos, y que hay algunos favoritos que aún no son candidatos de forma oficial; los pongo en la lista con un asterisco, ya que quiero cubrir a todo el mundo.

Favoritos:

John McCain:

El Senador por Arizona es el gran favorito en estas primarias, y el teórico candidato oficialista del partido. En una situación normal, eso debería dar garantías de ver a este veterano de Vietnam para marchar hacia la nominación con paso firme, pero el buen hombre tiene sus inconvenientes.

El primero, la edad. Si McCain gana las elecciones, llegaría a la presidencia con 72 años, el más veterano de lejos (Reagan llega al poder con 69) en alcanzar el cargo. Es un problema relativo, aunque el más mínimo achaque que tenga (o señal de agotamiento) le pondrá en un aprieto serio, y más contando los "bebés" que pueblan la lista de presidenciables demócratas. El segundo gran problema del senador es la guerra de Irak; McCain ha apoyado al presidente en todo (incluyendo el aumento de tropas) así que los fracasos en Oriente puede que le pasen factura. Su tercer gran problema es el hecho que es senador, veterano, y con cierta tendencia a tener muchas ideas, así que su historial está lleno de burradas esperando ser sacadas fuera de contexto. A eso se le añade su giro a la derecha en los últimos años, haciendo la pelota a la facción religiosa del partido de forma espantosamente cínica y fácilmente comprobable.

Estos tres problemas, sin embargo, me parece que son menores en relación a una sensación que muchos comentaristas tienen sobre McCain y su mandibula de cristal. En vista de su fracaso en el año 2000 para conseguir la nominación y ciertas actitudes del senador, parece que no es un político que sepa encajar golpes en campaña demasiado bien; tiene cierta tendencia al pasotismo que hace pensar que no tiene fondo para unas presidenciales. Eso, más su notoria capacidad para mear fuera de tiesto de vez en cuando me hacen dudar si realmente puede ganar estas primarias.

Newt Gingrich (*):

El antiguo líder de la mayoría republicana del Congreso en los años de gloria a mediados de los noventa, una especie de mezcla entre neoliberal agresivo y conservador lanza-Biblias, amenaza con volver, nuevo y mejorado. El hombre se ha moderado en las formas e incluso en algunas de sus ideas (presuntamente), y pretende volver utilizando sus contactos en el partido para repetir los éxitos de 1994. Promete no hablar de Monica Lewinski de nuevo.

Gingrich aún no ha anunciado oficialmente su candidatura, algo un tanto extraño, pero si finalmente lo intenta sería un duro rival para McCain para obtener el apoyo de la élite del partido. En su contra corre, evidentemente, la imagen de puro energúmeno que mostró en los cuatro años que estuvo de cabeza visible del partido, algo que no es tan relevante cuando los republicanos llevan haciendo lo mismo desde hace 14 años.

Candidatos aceptables:

Rudolph Giulani:

El antiguo alcalde de Nueva York tiene como gran ventaja el ser conocido y respetado en todo el país, y como gran inconveniente todo el resto. Forma parte de una especie en peligro de extinción, los republicanos del noreste, y está a años luz de lo que la inmensa mayoría de conservadores del país defienden. Es pro-aborto, pro-control de armas y pro-derechos para homosexuales, es de Nueva York, divorciado (con escándalo) varias veces y capaz de vestirse de Marilyn Monroe para una fiesta con periodistas. Trata de hacer que un evangelista del sur le vote.

Aparte de eso, no es que fuera un gran alcalde en muchos aspectos, la verdad... y uno sólo puede utilizar imágenes heroicas del 11-S un número limitado de veces.

Chuck Hagel(*):

El equivalente republicano a Joe Biden, este senador por Nebraska es un sólido ejemplo de político conservador realista, moderado y cargado de sentido común. En el ala libertaria del partido, defiende mantener el gobierno fuera del dormitorio y la cartera de los contribuyentes, y es un vociferante crítico del desastre que es la política iraquí. Por desgracia, comparte con Joe Biden la desgracia que la prensa lo vea como alguien estupendo para entrevistar, pero no demasiado creíble. Una lástima, porque haría un presidente estupendo.

Tommy Tancredo:

La cara opuesta de la moneda de Hagel; congresista por Colorado, conservador, vociferante y con una obsesión anti-inmigratoria muy republicana. Muy, muy conservador, y por tanto, con un cierto apoyo en el ala ultramontana del partido. En principio no debería ganar la nominación, ya que haría un mal candidato debido a su ligera falta de realismo, pero nunca se sabe. La prensa (especialmente Fox) lo ve como alguien muy sólido y le da cancha para que grite; probablemente sacará sus votos, pero sin llegar a amenazar con victoria.

Sam Brownback:

La versión aburrida en el Senado desde Kansas de Tancredo, aún más sólidamente conservador. Es menos payaso que el de Colorado, así que parece más presidencial. No lo hará mal en las primarias, y si McCain se estrella y Ginrich no cuaja, tendría remotas opciones.


Mitt Romey:

El ex-gobernador de Massachusetts es otro ejemplo de la esquizofrenia del partido republicano. Durante toda su carrera política ha sido un moderado, la única forma de sobrevivir para un miembro de su partido en Nueva Inglaterra. Desde que anunció su intención de ser presidente, sin embargo, se le han cruzado los cables, o para ser más preciso se ha lanzado a hacer la pelota descaradamente a la ala más conservadora del partido. Quizás se cree que pretender que no era gobernador del único estado que tiene una ley sobre matrimonios homosexuales del país le dará votos, no sé.

Aparte de eso, es el clásico ejemplo de gobernador con números. Estado importante, relativamente conocido y con cierta experiencia; candidato competente y ligeramente aburrido.

Mike Huckabee:

Otro ex-gobernador, esta vez de Arkansas, y firme candidato al título del José Bono americano. Tiene reputación de ser un político excelente y de haber hecho muchísimas cosas bien, aunque su estado sigue siendo de los más pobres del país. Aficionado al gasto público pero a la vez con algunos puntos de vista de los que gustan a los conservadores (no cree en la teoría de la evolución, por ejemplo), es el clásico candidato sobre el que todo el mundo dice que promete y dará la sorpresa para darse de interesante y de "saber mucho" sobre el asunto.

La verdad, no me parece gran cosa. Es como Romey, sólo que algo más interesante, con ideas más raras (y mayor historial en su defensa) y de un estado áun más irrelevante. Entre sus grandes éxitos se le apunta el clásico programa de político escuela Bono (hacer muchas carreteras), así que supongo que uno se hace idea sobre qué atenerse.

Tommy Thompson, Jim Jilmore:

Y otros dos ex-gobernadores más, esta vez de Wisconsin y Virginia, que producen un aburrimiento parecido a Romey. Thompson ha sido secretario de Sanidad bajo Bush, y autor de uno de los programas más retrasados de la historia de la sanidad pública reformando Medicare. Lo conocen cuatro, así que pocos números. Jilmore es otro de los republicanos tratando ser más tradicionalista y conservador que nadie, un capítulo que como hemos visto está muy concurrido. Como antiguo apparatchik de partido, tiene contactos y ciertos números de competir con Tancredo o Brownback por ese voto.

Algo que la verdad me parece bastante irritante, por cierto; si no fuera por ellos McCain o Romey no estarían haciendo el mandril con la derecha religiosa. Pero de eso hablaré otro día.

Circulo Friki:

El colectivo de alienígenas políticos sin opciones de los republicanos es extenso, como es costumbre. Tenemos unos dos congresistas, uno superconservado (Duncan Hunter), otro un libertario que quieren legalizar la marihuana (Ron Paul); aparte de eso, un ricachón menor con ganas de gloria (John Cox) y un ciudadano cabreado (Michael Smith). Lo cierto es que varios de los "aceptables" serían dignos miembros del círculo friki (Tancredo y Jilmore, especialmente), pero con lo raros que son por el Sur (y lo poco que los entiendo a veces) no me atrevo a bajarles de categoría.

En comparación con los demócratas, la carrera es bastante distinta. Para empezar, mucho menos diversa (oh, mira, otro hombre blanco), como mandan los cánones, pero también menos predecible. Sí, McCain es el favorito, pero no es de ningún modo invencible. Si mete la pata (y creo que lo hará, tarde o temprano, si lo de Irak no lo es ya) la carrera será mucho más abierta, interesante e impredecible que el Obama contra Hillary (y Edwards como candidato menos arriesgado) que me temo veremos en el otro lado.

Seguiremos informando, eso está claro. Hay mucho que hablar.

Y sí, hoy es la Superbowl. Me voy a comportar como un nativo, coger ganchitos y cerveza, y mirar el partido y los anuncios, que son los mejores del año. A ver si gana Chicago; no aguanto a Peyton Manning....

Monumentos a la citación pedante

Una de las cosas que todo buen escritor debe tener en mente es que eso de llenar de citas pedantes y reflexiones prestadas un discurso dejó de estar de moda en 1863, incluso un poco antes. Me temo que alguien se ha olvidado de informar al inefable Pedro Jota, que en su carta al Planeta Tierra de hoy llena el texto de una cantidad tan absurda de sabiduría ajena que la SGAE debería tomar nota.

La verdad, el discursito de marras tiene una cantidad de ironía involuntaria notable. Para empezar, viniendo de alguien que critica a Zapatero tanto por hablar con vaguedades, todo el texto es un compendio de ellas; cualquiera que puede permitirse mariposear entre Shakespeare, la vida del director de tesis de Zapatero, Tácito y el Imperio Austro-Húngaro sin llegar a nada más concreto que a hablar de cenizas y música de Strauss al final del plomazo es para darle dos tortas. Lo cierto es que con el tamaño del ego del que escribe el discurso (y viniendo de alguien que se hace llamar Egócrata, aseguro que reconozco egos enormes cuando los veo) hay poco para sorprenderse.

Del contenido, un par de comentarios. Primero, menuda puta manía se gasta Pedro Jota hablando del Tribunal de la Historia; lo cierto es que esta falsa modestia que se gasta diciendo que él narra y los cantares de gesta del siglo que viene darán veredictos no se la cree nadie. El segundo, muchísimo más pedante, es mencionar que la historia del Imperio Austro-Húngaro y la España actual no tienen puñetera relación. A no ser que la tercera guerra mundial llegue de aquí 47 años, España esté en el bando perdedor y los aliados fuercen la disolución del país y el derecho de autodeterminación al Rey y Emperador de nuesta monarquía absolutista, claro está. Una lástima, tras los 47 años de mayor crecimiento económico y estabilidad de la historia del Imperio.

En serio, la pobre Monarquía Dual merece algo más de respeto y rigor histórico.

viernes, febrero 02, 2007

¿Quién se beneficia del crecimiento económico?

Leía esta mañana por El Daño de Lüzbel sobre la evolución de los salarios en España, y la verdad, si uno hace caso a las estadísticas no parece que haya demasiado motivo para el optimismo. La economía crece a muy buen ritmo desde hace años, y en los últimos meses parece que no sólo el crecimiento se ha acelerado (un 3,8% anual es una cifra fantástica) sino que además la inflación ha empezado a frenarse; sin embargo, el efecto en los bolsillos está siendo limitado.

Como siempre que uno ve dos cifras en apariencia contradictorias, es necesario echarles un vistazo con algo más de cuidado. Primero, para ver si los datos que tenemos realmente están dando una imagen precisa de la realidad, o son una señal limitada. Segundo, en caso que los datos sean válidos, tratar de explicar por qué esta disparidad está ocurriendo.

Para responder la primera pregunta, hay que tener en cuenta varios aspectos. Para empezar, debemos tener en cuenta la media (el dato que tenemos) es un instrumento estadístico relativamente torpe; detrás de ese valor básicamente inmóvil podemos tener varios escenarios. Es perfectamente posible que gran parte del crecimiento de los salarios se haya centrado en el 1% más rico, con el resto de la población a dos velas; pero también puede que hayan caído los salarios reales del 30% que menos cobra, con el resto de flotando plácidamente hacia el bienestar. También podemos ver una combinación de ambos efectos, sin que eso se refleje en una variación de la media.

¿Qué explicación es la más razonable? En mi opinión, la combinación de ambos escenarios es lo más probable. Por un lado, parece bastante evidente que las empresas están recogiendo con sus enormes beneficios una parte del crecimiento económico; así lo señalan las estadísticas y así parece estar sucediendo en todas partes del mundo.

Sin embargo, hay varios detalles que me llevan a pensar que en España los salarios de trabajos no cualificados están realmente encallados y sin crecimiento. La enorme tasa de temporalidad es un factor claro; con un segmento considerable del mercado laboral entrando y saliendo de empleo constantemente, sus sueldos no tienden a subir precisamente. El segundo motivo, y algo que tiene algo de tabú en la izquierda, es la inmigración y el enorme incremento de trabajadores no cualificados que eso conlleva. Sí, eso tiende a deprimir los salarios.

Me parece que es posible decir, por tanto, que sí, los salarios medios no se han incrementado tanto como en otros países, pero que el dato de hecho oculta algunas dinámicas (la altísima temporalidad e incremento de la población emigrante) que me llevan a pensar que la realidad no es tan desastrosa como las cifras llevan a pensar.

Aún así, el hecho que los salarios sea aún lento hace necesario dar una explicación. Para ello, diría que hay dos causas probables, la relativamente alta tasa de paro y el deprimente incremento de la productividad. Los salarios siguen la productividad en gran medida, y la economía española, en gran parte por su muy especial configuración del mercado del trabajo, no la está generando. Sobre la tasa de paro, también hablamos de oferta y demanda; mientras haya un número considerable de trabajadores buscando empleo, los empresarios pueden ofrecer salarios más bajos. Conforme el desempleo disminuye, esa tendencia tenderá a invertirse, por pura ley de la gravedad.

Aún con estos datos, es importante remarcar un detalle crucial: si bien los datos salariales no son buenos, de hecho son secundarios respecto a la creación de empleo. La forma más eficaz y eficiente de redistribuir renta y crear igualdad es disminuyendo el número de parados, mucho más que hinchando salarios a destiempo. La calidad de los puestos laborales generados es (mientras el desempleo es aún alto) incluso secundaria; pasar de no tener salario a tenerlo es una mejora enorme para quien empieza a trabajar.

Y sí, eso significa que estoy alabando tanto a las políticas del PP como las del PSOE en estos últimos años; ambos se han centrado en lo correcto. Una lástima que no se hallan dedicado a combatir la temporalidad con más coraje.

jueves, febrero 01, 2007

Volviendo al tranvía

Las propuestas de Miguel Sebastián ayer han recibido los habituales gruñidos cínicos hablando de electoralismo. Una lástima, porque hay algunas ideas estupendas que merecen ser consideradas.

Empezaré por la peatonalización de la Gran Vía, que sospecho no es una idea demasiado mala. Si bien no hay demasiadas alternativas para cruzar el centro de este a oeste, la Gran Vía es una calle con una capacidad de tráfico bastante limitada, y patéticamente congestionada a cualquier hora del día. Los autobuses que la utilizan ahora mismo son bastante inútiles a según qué horas del día, ya que es más rápido andar, así que es bastante evidente que hay un problema.

Aumentar la capacidad es sencillamente imposible, eso no tiene demasiada discusión. No hay sitio, ni bajo tierra (hay metro a mansalva) ni por encima de ella, para poner otra calle en la zona, y de todos modos la demanda de desplazamientos es lo suficiente alta como para hacer cualquier aumento de capacidad inútil. Al ser la congestión inevitable, es razonable directamente prohibirla y hacer del transporte público de superficie en la zona algo útil. El tráfico debería evitar cruzar el centro, así que forzarlo alrededor si bien no ideal es una solución aceptable; y con la cantidad de transporte público en la zona, llegar a Gran Vía es tan fácil que la falta de tráfico rodado no reducirá el negocio de los comercios.

La idea realmente necesaria, y que llega unos veinte años tarde, es el tranvia de la Castellana. El trazado propuesto sigue aproximadamente el recorrido del autobús 27, que tuve la desgracia de sufrir a diario durante bastante tiempo. Esta línea usa en exclusiva autobuses articulados de gran capacidad, y pasa cada tres minutos en hora punta(el límite práctico para este transporte); todo ello inútil. La línea está consistentemente saturada en horas punta, y los autobuses siguen llenándose durante el resto del día, aún conservando altas frecuencias de paso. La cantidad de vehiculos que lanza esta línea a la Castellana es de hecho suficiente para comportar un problema; ya tiene que hacer un giro extraño (buscando calle Delícias) para evitar saturar (más) Carlos V, y aún así genera problemas.

Un tranvia, sin ser una solución perfecta, sería un alivio más que considerable. Para empezar, la capacidad de transporte es prácticamente el doble por vehículo, pudiendo mantener una frecuencia de paso parecida. Si los tranvías circulan en doble, algo factible organizando el tráfico de forma racional, la diferencia es aún más exagerada, (2.600 contra 8.000 pasajeros/hora, pasando cada tres minutos). Sigue sin llegar al nivel de un metro (que puede mover 30.000 personas/hora sin demasiado problema con trenes largos, 16.000-20.000 en Madrid), pero sería un incremento de capacidad impresionante.

Lo cierto es que si hay un sitio donde el tranvia es la solución perfecta es la Castellana. La avenida tiene espacio de sobra en superficie, pero no demasiado bajo tierra (el tunel de la risa y el metro en muchos tramos no dan para más). El tranvia permitiría aprovechar la capacidad de las infraestructuras existentes y a la vez cubriría los extensos espacios entre estaciones a nivel de calle con un medio de transporte más limpio, elegante y eficiente.

¿Arreglaría los problemas de congestión? Ni de broma; Madrid, como todas las ciudades grandes, es un caso imposible. Como mucho uno puede tratar de hacer la ciudad más tolerable, pero no mucho más que eso. El tranvia sería una buena ayuda, no un milagro; pero es una inversión estupenda.