Sindicatos y patronal siguen a lo suyo, tratando de pactar una reforma del mercado laboral que beneficie a todos. El gran punto de fricción, para variar, es el coste del despido. La CEOE quiere bajarlo, mientras que los sindicatos piden que se hable de otras cosas, como reformas fiscales o del régimen de la seguridad social.
Lo divertido del asunto es que en este debate, ambos lados mienten. La CEOE llora amargamente, quejándose de la rigidez del mercado laboral, y diciendo que con estos costes de despido no hay quien se atreva a contratar de manera indefinida. Los sindicatos se quejan a su vez de la altísima temporalidad, y señalan que en España ya hay barra libre, y que cualquier recorte del precio del despido es disminuir los derechos de los trabajadores.
Bien, la verdad está a medio camino. España tiene a efectos prácticos dos mercados laborales. Dos tercios de los trabajadores viven en el mundo de los contratos indefinidos, con empleos seguros, y costes de despido altos. Un tercio vive en el mundo del contrato temporal, empleos de corta duración y precariedad constante. Los sindicatos tratan de proteger los privilegios del primer grupo... y de este modo cierran las puertas a los del segundo.
Se puede escoger entre dos alternativas: dos mercados, uno muy bueno y otro muy precario, o uno solo, pero con condiciones mediocrillas. Si se protege a los indefinidos con costes de despido altos, como se hace ahora, los empresarios sólo se arriesgarán a firmar contratos de larga duración cuando estén muy seguros. Esto deja a un buen número de trabajadores a salto de mata. Si se baja la protección a los indefinidos, el coste de contratar uno es menor (en términos de riesgo que el tipo no funcione), así que los empresarios serán más propensos a firmar a largo.
Estamos en lo de siempre: nada sale gratis. En el mercado laboral hay una determinada cantidad de dinero para contratar gente; si un grupo tiene contratos muy caros, ese dinero que cobran de más viene de alguien que tiene menos protecciones. Como más protecciones otorguemos a algunos, más segmentamos el mercado. ¿Qué sucedería si todo el mundo tuviera el mismo nivel de protección? A buen seguro, el paro aumentaría. La protección en un contrato laboral es de hecho un precio añadido a emplear a alguien; si subimos demasiado ese precio, no habrá contratos para todos...
¿Qué clase de intervención estatal reduce la pobreza, entonces? Es muy sencillo: niveles de paro bajo, y crecimiento económico. Si hay poca gente sin trabajo, para atraer nuevos trabajadores los salarios suben. No hay atajos, la verdad; lo que mejor funciona es crear empleo.
El despido barato, por cierto, no tiene por qué ser doloroso en un país como España. Primero, porque el subsidio de desempleo está allí por algo. Y segundo, porque cosas como la sanidad pública gratuita son una ayuda tremenda. En Estados Unidos el subsidio es patético, y perder el seguro médico es realmente aterrador; como resultado, los trabajadores aceptan literalmente cualquier cosa. Y si alguien me acusa de neoliberal, que mire el coste del despido en lugares como Suecia...
1 comentario:
> Y si alguien me acusa de neoliberal
No, suena razonable tu planteamiento.
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