El Príncipe de Asturias de la comunicación, que va a los institutos culturales europeos. Ya me direis. Lo de premiar a alguien por ser un gran comunicador me suena un poco a chiste, ya desde un buen principio. Si por mi fuera, el galardonado sería la rana Gustavo, el reportero más dicharachero de Barrio Sésamo.
Pero vaya, ¿el Goethe, British Council y todos estos, para qué quieren el premio? A parte de dar coloquios gafosos y ser escuelas de idiomas glorificadas, poco veo que comuniquen. También le querían dar el de cooperación, que ya hubiera sido el colmo. En fin, eso que hablando se entiende la gente, etcétera, es muy bonito, pero me parece un poco ingenuo creer que la gente aprende castellano gracias a la promoción del instituto Cervantes. Si yo hablo inglés es porque me es útil, no porque el British Council me explique quien era Chaucer, creo.
A este paso, pondré los Príncipe de Asturias a la altura de los IgNobel, los nóbel de la ciencia improbable. Y con razón.
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