Jose María Aznar anda estos días por Argentina haciendo vida de ex-presidente de gobierno. Ya se sabe, conferencias, presentar libros, ir pasando por caja y disfrutando de una calma y tranquilidad que nunca tuvo en sus ocho años en la Moncloa. Entre las muchas y variadas actividades lúdico-culturales que el hombre hace por allá el sur, ha decidido conceder una entrevista y hablar un poco de todo de mala manera.
Básicamente el señor Aznar se ha dedicado a enviar a parir al gobierno Zapatero, de arriba a abajo, diciendo cosas tan sutiles como que es "el peor gobierno de la democracia", "sectario" y "que divide a la sociedad". Vamos, la profundidad de análisis que podría uno encontrar en una bitácora de Red Liberal especialmente mala. No me detendré en las críticas, más que nada porque vulneran mi mundialmente famoso (es un decir) código de muletillas estúpidas, pero sí que es necesario mencionar lo profundamente inadecuado que sea Aznar el que les haga.
Los expresidentes, en cualquier país democrático, cuando salen de la política activa se callan, en especial cuando están en el exterior. Cuando un político en una democracia es enviado al cementerio de elefantes (o se autoexilia, como el caso de Aznar) pasa a ser un cacharro de anticuario. Es cuidado, respetado y tratado con cortesía, pero como antiguo máximo mandatario su papel se acabo, y por lo tanto se calla. No veremos nunca, nunca, nunca un ex-presidente de Estados Unidos dando una conferencia en Europa diciendo que su sucesor es el peor presidente de la historia, o un ex-primer ministro británico llamando sectario a su sucesor, una vez retirado de la política. Pasan al desván de las figuras históricas, y se callan.
En España parece que dos de los ex-presidentes no lo han pillado. González no era tan charlatán como Aznar fuera (por fortuna) pero era peor dentro. Por algo Rubalcaba decía eso que los ex-presidentes son como jarrones Ming; muy bonitos, valiosos y dignos de admirar, pero que nunca sabes donde meterlos. Hasta cierto punto, es comprensible que ambos políticos tengan problemas para dejarlo; son jóvenes (relativamente), inteligentes y con el ego monumental que uno necesita para llegar tan lejos. Pero la cuestión no es esa.
Debería quedar claro que si uno se retira de la vida política, esto de hablar de su sucesor como máximo dirigente de un país no es sólo de muy mala educación, si no que además hace un daño tremendo a la imagen del país. Aznar no parece darse cuenta de ello.
2 comentarios:
Salvadas las ideologías, entre González y Aznar no hay tantas diferencias como ex presidentes. Más discreto e inteligente el primero, por supuesto, pero los dos endiosados con su jubilación pese al lastre de sus respectivas legislaturas vergozosas.
A mi ambos me parecen grandes políticos (González más y mejor), pero bueno...
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